El Zen de la ciencia ficción

La ciencia ficción hard, la basada en la especulación tecnológica, es una rama de la cf más que respetable. Pero no así algunos de sus autoproclamados profetas. No, porque son unos pesados que insisten en que esa es la VERDADERA cf y que lo que sus autores hacen es explorar cómo será el futuro. Han estado con esa matraca décadas, sin importarles los patinazos que se pegan, porque lo cierto es que la cf nunca ha sido capaz de imaginar de forma mínima los cambios tecnológicos y las mutaciones sociales producidos por estos. E Internet es el ejemplo más claro.

Sin embargo, sí que ha habido autores de cf que han apuntado (a la manera exagerada de las novelas) tendencias que para ellos eran futuro y que ahora vivimos en nuestras carnes. Por ejemplo, Aldoux Huxley nos planteaba en Un mundo feliz una sociedad domesticada por la estratificación social y el soma. Algo que tiene su reflejo en nuestra sociedad del Primer Mundo, con la movilidad social cada vez más destruida y sin embargo inundada de avances tecnológicos que convierten a los ciudadanos en seres que podríamos calificar de «infelices-contentos». Infelices porque cada vez cuesta más salir adelante y la seguridad material de cara al futuro es ya una quimera. Contentos porque disponen de televisión por cable, smartphones, videojuegos, que nos dan una satisfacción inmediata y la ilusión de vivir en un mundo que mejora. Y lo hace en algunas cosas, en otras se deteriora.

George Orwell es otro que lo clavó en algunos casos. Ahí tenemos a los supremacistas de Cataluña, por ejemplo, que con su reinvención de la historia, la manipulación del lenguaje y su intento de controlar todos los mecanismos básicos de la sociedad —desde la educación a los medios de comunicación— nada tienen que envidiar al Gran Hermano de 1984.

Otro que acertó en algunas cosas y sin pretenderlos fue Philip K. Dick. Porque uno de sus grandes temas era el de futuros donde la gente era incapaz de distinguir entre la ilusión y la realidad. De distintas formas, eso está presente en Ubik, La penúltima verdad, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Podemos recordarlo todo para usted

Las fantasmagorías de Dick se han hecho en parte realidad. Aquí tenemos la noticia de un tipo que, usando medios técnicos al alcance de cualquiera, ha creado un algoritmo que cambia los rasgos de actores porno por los de celebridades. Y lo hace con una perfección asombrosa. Vean AQUÍ

Esto es solo el principio. Podremos fabricarnos (falsificar) todo un pasado. Vacaciones en lugares paradisíacos, videos con parejas espectaculares, presencia en momentos históricos… a este paso, ya no sabremos si los vídeos que se nos mostrarán de fulano o mengano serán reales o artificio. Consolémonos pensando que podremos entregarnos a todos tipo de placeres y perversiones que, en caso de que nos filmen, siempre podremos defendernos clamando que: ¡No soy yo, es el algoritmo!

Lo cachondo de todo es que por ejemplo Orwell no pretendía retratar ninguna sociedad del futuro sino que usaba ese futuro como alegoría del estalinismo. Tampoco Dick intentaba profetizar sociedades del mañana sino que daba rienda suelta a los fantasmas de su mente, un tanto complicada (y de paso se ganaba las lentejas así).

Por eso titulaba a esta entrada como El zen de la ciencia-ficción: por aquello de alguna supuesta máxima oriental que dice que «solo encuentra el que no busca», o algo así. Los apóstoles de la cf hard braman desde su desierto literario que la suya es la verdadera cf y que la misión del género es anticipar el futuro, y se equivocan siempre. Y los escritores que han usado la cf como vehículo para sus ideas o sus comeduras de coco aciertan de vez en cuando.

Eso le pasaba hasta a H.G.Wells, que imaginaba artefactos y situaciones en sus novelas que, en algunos casos, han tenido su reflejo en la realidad. Y que cuando trataba de plantear en serio cómo sería el futuro, como hizo en su ensayo Anticipations, fallaba de manera patética.

No veamos nada extraño en todo esto. Se cumple aquí la norma de Asimov, que señalaba que, si se escriben suficientes relatos sobre un tema de cf, al final alguien se acercará bastante a la realidad. Ponía de ejemplo un cuento de Lester del Rey, en el que el primer hombre que pisaba la Luna se llamaba Amstrong. A continuación y como excelente científico que era, señalaba que había miles de cuentos y novelas de cf en las que el primer hombre en la Luna NO se llamaba Amstrong. Es la norma de la metralleta: con tantas balas, no necesitas puntería; alguna siempre acierta en el blanco.

De hecho, rizando el rizo, ocurre lo mismo con la llamada sabiduría oriental. Para casi cada suceso podemos encontrar un refrán adecuado del santón de turno. Aquí puede ser eso de que «solo encuentra quien no busca» y para otro caso uno que diga que «solo pesca quien tiende la red con paciencia». Es lo que hay.