Los lugares de «los lugares secretos IV». Los jardines del Capricho

Los Jardines del Capricho están presentes en más de una de mis novelas. Reconozco que me fascinan. Es sin duda el parque más bello de todo Madrid, y eso que Madrid tiene la suerte de tener parques muy hermosos. Un capítulo de Los lugares secretos se ambienta ahí y la elección, lo reconozco, fue sobre todo estética. Pero desde luego, un lugar tan rico en simbología y tan misterioso no podía faltar en esa novela.

Gente muy erudita ha estudiado y estudia la estatuaria, los edificios, la propia composición de los jardines. La creación de jardines se encomendaba en el siglo XVIII a personas que cuidaban hasta el último detalle de disposición. Algunos de ellos han desaparecido: se han cambiado estatuas de sitio, se han plantado y cortado árboles, etc. Y otros nos pasarían con frecuencia desapercibidos. Por ejemplo. Hay que entrar al interior del Pabellón de Baile, cosa que no es fácil, y abrir los ventanales para darse cuenta de que todo fue diseñado para que, con ese acto, las ventanas pareciesen de verdad cuadros. Es algo que les muestro en la foto que tienen a la derecha.

La foto de arriba a la izquierda es el archifamoso templete de Baco. Templete que, por cierto, en un principio era de Venus, pero luego las estatuas fueron cambiadas de lugar.

Pero no quiero liarme dando pormenores ni anécdotas sobre Los jardines del Capricho. Sería absurdo, habiendo tanta y tan buena documentación. Pasen por allí si pueden, no se arrepentirán. Eso sí, solo se puede visitar en sábado o domingo y con limitación de visitantes para evitar deterioro, o al menos deterioro excesivo.

Vayan, no se arrepentirán. Y no teman, no tendrán un encuentro tan difícil como el que sufre Claudia en la novela. Ah, por cierto, la última foto es también el Capricho. Se trata de una de las galerías del gran bunker subterráneo construido por la defensa de Madrid durante la Guerra Civil del 36. Se eligió el emplazamiento por su cercanía al aeropuerto de Barajas y por tanto, por contar con la protección de las defensas antiaéreas del mismo. Aunque no les hizo falta, porque los nacionalistas del general Franco jamás sospecharon de su existencia.

Pero lo dicho, que me lío. Vayan si tienen oportunidad. No se van a arrepentir. Si viven en Madrid, acudan. Si no, cuando la visiten, lo olviden incluir un paseo por ese lugar. Y si eso tampoco es posible, pues un vistazo a las excelentes galerías de fotos que hay en Internet les darán una panorámica del lugar. Distinta de la del paseo, pero igual de sugerente y con otros matices, los que solo la fotografía puede dar.

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Los lugares de Los lugares secretos II. Esfinges en Madrid

Introduje como elemento escénico en Los lugares secretos las esfinges justo por lo que un protagonista comenta en la novela: porque se encuentran bastantes esfinges por todo Madrid. Y hago aquí el inciso de que todo lo que aparece en esa obra sirve de elemento escénico. Tomé edificios reales, con detalles reales, y sus historias reales, a veces fabulosas, dignas por sí mismas de una novela. Pero toda la novela es ficción, las tramas ocultas también lo son y con las relaciones entre sitios, personajes y circunstancias ocurre otro tanto.
Es bonito, es sugerente jugar con todo eso. Y sí, si se pone uno a buscar, encuentra bastantes esfinges por todo Madrid. Es de suponer que su función es decorativa y no protectora. Que son elementos estéticos y no un resabio de viejas prácticas mágicas.
Aquí dejo un par de ejemplos de esfinges por Madrid que se mencionan o aparecen en Los lugares secretos. He obviado a las quizá esfinges más famosas de la ciudad, las que custodian la entrada del Museo Arqueológico, que de entrada no son esfinges sino querubes o algo parecido: espíritus protectores de la antigua Mesopotamia.
El primer ejemplo está en las esfinges en piedra blanca del palacio de Liria. Invito a fijarse en ellas. Son distintas y coronan los pilares que sostienen los enrejados del jardín. La próxima vez que pasen por la calle Princesa –los que vivan en Madrid o la visiten, claro- dense unos segundos y mírenlas.
El segundo caso que he querido poner aquí son las esfinges que guardan la Exedra, en los Jardines el Capricho. Esos jardines ocupan un capítulo de la novela y ya volveremos sobre ellos. Pero de momento nos quedamos con estas estatuas. Son de plomo pintado y se restauraron hace poco. De hecho la Exedra está incompleta porque le falta alguna que otra estatua original que ahí estaba. Hace no tanto el Ayuntamiento de Madrid tuvo la oportunidad de recuperar tales estatuas, pero se negó a pagar la suma que le exigían. No lo hizo cuando luego se han desembolsado fortunas en verdaderas tonterías. Pero lo del Ayuntamiento de Madrid y el dinero es ya una historia de miedo que no está incluida en la novela…

 

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