Los lugares de «Los lugares secretos» III. La Gran Vía madrileña.

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Como menciono en algún otro lugar, y creo que en su día comenté en alguna entrevista, la primera semilla de Los lugares secretos nació mientras caminaba por la Gran Vía de Madrid. Fue al levantar la cabeza y reparar, por algún motivo, en las cúpulas, los detalles arquitectónicos, la estatuaria fabulosa que adorna y corona a los edificios. Tener ante los ojos no es igual a ver. Y para alguien como yo, que nació y creció en Madrid, todo eso se acabó por volver invisible a fuerza de cotidiano.

La Gran Vía y la historia de algunos de sus edificios flota sobre parte de la novela. Se ha señalado (muchos lo hemos notado antes de haberlo leído y oído) el parentesco obvio entre la Gran Vía y el centro de Buenos Aires. No es extraño, ya que ambos son fruto de una época y unas tendencias arquitectónicas y estéticas concretas. Se mencionan algunos edificios de la Gran Vía en Los lugares secretos. Si eso les abre el apetito, que sepan que existen algunos buenos libros al respecto. Yo me permito recomendar dos de Carlos de San Antonio Gómez: El Madrid del 98 y El Madrid del 27. No están dedicados a la Gran Vía, pero dado que hablan de edificios emblemáticos de esas épocas, se recogen ahí algunas de las construcciones más señeras de esa calle.

Calle, por cierto, llamada Gran Vía, no por su anchura, sino en sorna. Llevaba tanto tiempo hablándose de ella, proyectándose la demolición de viejas manzanas para abrir la arteria, que la gente de Madrid, en chufla, comenzó a llamar al proyecto «la Gran Vía», de la misma forma que ahora nos burlamos de proyectos ridículos pero ampulosos calificándolos como «el Escorial».

Hubo que tirar hasta 40 manzanas para construir la calle. Se hizo en tramos y épocas, lo que queda reflejado en sus diferentes edificios, de estilos de épocas distintas. También tuvo que sobrevivir a épocas duras. Durante el asedio de Madrid, en la Guerra Civil, los nacionalistas del general Franco y sus aliados alemanes e italianos se ensañaron bombardeando la avenida. Sus edificios monumentales sobrevivieron y corre la especia de que los proyectiles disparados contra la Gran Vía no explotaban en muchos casos. Fallaban al detonar mucho más que si se lanzaban sobre otras zonas. Un misterio más. Aunque los hubo que sí explotaban, como se puede ver en las fotos que nos quedan de la época.

En fin. Merece la pena pasearse por la Gran Vía con otros ojos. Regodearse en los detalles. Alzar la mirada y disfrutar de esos lugares secretos del centro de Madrid. Ocultos a fuerza de estar siempre a la vista.

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